
En este instante petrificado, el silencio habla de encuentros posibles: entre la fe y el viento, entre el recuerdo y la promesa de un nuevo día.
Bajo su abrazo enraizado me detengo. Escucho mis propios latidos entrelazarse con el viento. Siento que el exilio no es solo geografía: es un estado del alma que desafía la distancia. En este altar improvisado, trazo líneas de esperanza: esbozo un amanecer, delineo un sueño de regreso. Y concluyo mi meditación con un voto silencioso: convertir esta soledad en esperanza, este destierro en creación.
Rosie.